En un estudio sobre el coste en dióxido de carbono de las celebraciones navideñas, investigadores de la Universidad de York (Inglaterra) calcularon que durante unos pocos días podemos emitir hasta un 5.5% del CO2 de todo el año.
Pero incluso participando del exceso, hay maneras de limitar el impacto que generaremos al planeta en los próximos días. Incluso adoptar hábitos más verdes que perduren en las siguientes navidades. No se desanime, quizás puedas utilizar la excusa del ecologismo para sustituir por «e-cards» alguna de sus postales, esas que van para familiares o amigos.
Iluminación
Un tercio de nuestras emisiones en Navidad corresponden a la iluminación. No solo a la de nuestros hogares, sino también la parte que nos toca de la decoración municipal. La teoría, comúnmente aceptada aunque sin mucha base científica, es que las luces de Navidad en la calle estimulan el consumo. Al encenderlas antes, los ciudadanos se ven inmersos durante más días en la vorágine de compras.
Alimentación
La comida en Navidad sólo supone un 4% de nuestras emisiones individuales. Aún así, es posible cuidar el medio ambiente seleccionando alimentos locales y que no estén amenazados. Aunque la carne conlleva unas emisiones 9 veces mayores que el pescado (ya que incluyen la alimentación y emisiones por metano de la especie), quizá este sea un buen momento de adquirir carne de procedencia ecológica.
De acuerdo con la Guía de consumo responsable del pescado, elaborada por WWF, para aquellos que no viven cerca de la costa y obtienen su pescado y marisco del supermercado, es recomendable buscar en el paquete el sello MSC, «que garantiza la pesca responsable».
Decoración
El abeto natural o de plástico, símbolo de identificación navideña en los hogares. Según Ecologistas en Acción, en España se compran cada año cerca de 1.700.000 abetos, de los que la mayor parte no sobrevive.
Para aquellos que optan por, o pueden permitirse meter en su domicilio, un abeto natural, existen iniciativas como la de la Escuela de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid, que desde 1959 vende abetos de Navidad (de tres especies: rojo, del Cáucaso y Masjoan) y ofrecen recomendaciones sobre cómo darles un fin digno, bien llevándolos a un vivero, bien entregándolos a un organismo que los replante o convierta en abono.
Viajes
Aproximadamente un 15% de nuestro impacto navideño sobre el planeta lo causamos en nuestros desplazamientos, algo inevitable por otro lado. Sin embargo, el método de transporte seleccionado puede marcar una gran diferencia.
A modo orientativo, y tomando como unidad de medida un viajero que se desplaza de Madrid a Barcelona para pasar las fiestas con su familia, si este viajero toma un tren, emitirá ocho kilos de CO2, tres gramos de material particulado y 25 gramos de óxidos de nitrógeno todo ello según las estimaciones del Instituto Alemán para la Energía. En cambio, si viaja en coche emitirá 68 kilos de CO2, 23 gramos de material particulado y 340 de óxidos de nitrógeno. Por último, si toma un avión: 93 kilos de CO2, ocho de material particulado y 338 de óxidos de nitrógeno.
Regalos
Prácticamente cada parte del regalo, desde la distribución al envoltorio, produce emisiones. Aún así, existen grandes diferencias entre unos y otros en función de la cantidad de plásticos que utilicen o si necesita electricidad o pilas. Una consola educativa de juguete (de esas con botones de colores que emiten, por ejemplo, distintos sonidos de animales de granja) produce 93 kilos de CO2 frente a los 62 kilos de un robot de cocina o los 31 de un iPod.
En el apartado de menor impacto están los juegos de mesa (un Trivial Pursuit tiene una huella de 21 kilos de CO2), las joyas (un collar de oro, 18 kilos de CO2) y paradójicamente, en el último lugar de la tabla, un regalo obtenido a base de talar un árbol: el libro. De tres a ocho kilos de dióxido de carbono, dependiendo de la edición, si es de bolsillo o de tapa dura.
Fuente: blogsigre.es