La cáscara del huevo que acabamos de comer, las zapatillas ruinosas a las que hemos dado trote durante años, el móvil obsoleto que ya no nos permite estar conectados, el bote de lejía que deja la ropa más blanca, la caja donde llegó la última compra que hicimos por Internet, el plástico con el que envolvimos el bocadillo, el envase del yogur de media tarde, las luces del árbol de Navidad que hace años no parpadean, esa lata del refresco que nos supo a gloria, las llantas desgastadas que pedían a gritos un cambio, el televisor que se fundió sin avisar, el periódico de ayer, el ordenador que se cuelga a la mínima, el coche que ya no quiere nadie y tiene que ir al desguace, la pelota de baloncesto reventada, las botellas de cerveza del último partido con los amigos… ¿Se apuntan a seguir anotando cuántas cosas consumimos a la largo del día que terminan generando basura? No olvidemos que a los residuos caseros hay que sumar todos los que crea la industria, el comercio, la actividad agraria y ganadera… incluso los que flotan en la órbita terrestre como resultado de la destrucción de satélites y cohetes. Se terminaría el espacio de este artículo y no acabaríamos de enumerarlos. Desechos hay de todos los colores, materiales y formas, y en cantidades ingentes. Y es una obviedad recordar que a más riqueza, más basura. También más cubos diferenciados para recogerlos y un interés creciente para avanzar en los procesos de reciclaje y reutilización de los materiales desechados.
El estudio What a waste, publicado por el Banco Mundial, afirma que cada día en el mundo sacamos más de 3,5 toneladas de residuos sólidos de nuestras casas al contenedor, pero alerta sobre que esta cantidad aumentará a más de seis millones de toneladas diarias cuando se cumpla el primer cuarto de este siglo. Por poner un ejemplo más gráfico, sólo los 14 millones de toneladas de envases que se han reciclado en España desde 1998,, habrían colmado el volumen de capacidad de 1.100 estadios de fútbol como el Santiago Bernabéu. ¿Podemos imaginar esa cordillera de botes, latas, briks, cartones y envases de plásticos? ¿Le sumamos sólo algunos de los ejemplos que hemos enumerado al inicio de este artículo?
Europa Occidental y Norteamérica se llevan el premio de mayores generadores de residuos urbanos. Pero de cerca le siguen países como Kuwait y muchos del Caribe (Antigua y Barbuda, Barbados…), Sri Lanka o Nueva Zelanda. Las ciudades de países emergentes van escalando puestos rápidamente y además tienen auténticos problemas para gestionar sus residuos. Ahí están los vertederos de Laogang en Shanghái (China), Jardim Gramacho en Río de Janeiro o Bordo Poniente en México DF, que compiten por ser los más grandes del mundo, con más de 10.000 toneladas de residuos recibidas cada día. En el lado contrario de la balanza, Ghana, Nepal, Uruguay, Mozambique e Irán son los países que menos basura producen. Pero si llega el ansiado desarrollo, también lo hará una montaña creciente de desechos. El problema es real, global y progresivo. Las soluciones también deben serlo. Una buena noticia es que ya hay muchos empresarios en diversos países del mundo que ven en lo que otros tiran su particular mina de oro: materia prima que además todos están deseando quitarse de encima. La mala es que demasiados de los desperdicios de los países occidentales se exportan, en un alto porcentaje ilegalmente, a países del Tercer Mundo, donde los residuos son manipulados de forma poca segura e insalubre para las personas y para el medio ambiente.
Gestionar, clasificar y reciclar son las palabras mágicas de este negocio que, bien realizado, interesa a todos, en primer lugar por razones medioambientales y de sostenibilidad de un planeta amenazado desde demasiados frentes; también como una oportunidad de avance en un sector generador de empleo que exige investigación y desarrollo para conseguir soluciones cada vez más eficientes y verdes para nuestra basura, y también como forma de evitar castigar en exceso a la naturaleza extrayendo de sus entrañas materias primas que se pueden recuperar de los productos ya consumidos y desechados. Los desechos son un recurso y enterrarlos en vertederos es despreciarlos de forma incomprensible.
Gestionar correctamente los residuos supondría un ahorro para los países comunitarios de 72.000 millones de euros, la creación de más de 400.000 puestos de trabajo y un aumento del negocio anual del sector de 42.000 millones de euros, según los esclarecedores datos de la Comisión Europea (CE) que recoge un informe de la asociación ecologista Amigos de la Tierra. Si se cumpliera la estrategia de la CE, se ayudaría a crear 2,4 millones de empleos y un volumen de negocio de 187.000 millones de euros.
Reciclar es una cuestión de economía y de sostenibilidad. Hacerlo es la salida para liberarnos de los residuos y de las sustancias tóxicas que producen y que la naturaleza es incapaz de degradar. Por ejemplo, la mayoría de los plásticos no son biodegradables y pueden permanecer donde se depositen hasta 500 años; la basura orgánica llega a contaminar suelos y mantos acuíferos, y muchos de los componentes de los inventos tecnológicos que nos acompañan cada día resultan muy peligrosos si no son tratados adecuadamente.
A pesar de los avances en este sentido, las imágenes del reciclado son muy diferentes según el lugar del mapa mundial en el que se fije la mirada, pero todas empiezan en el mismo punto, en el usuario primario. Un consumo más responsable y la colaboración de los ciudadanos, fabricantes y distribuidores, en el proceso de selección de los residuos facilita el trabajo de recuperación y reciclado de una forma casi inimaginable para quienes sólo piensan en lo molesto que puede resultar tener entre cuatro y cinco cubos diferentes en el hogar para depositar los restos de cada día (básicamente orgánico, envases ligeros, vidrio, papel y cartón, y restos mezcla).
Cualquiera que visitara una planta de clasificación del vertedero más próximo a su hogar volvería con otra conciencia de lo que se debe hacer y por qué. En 2010 se recogieron 24,4 millones de toneladas (Tm) de residuos urbanos en España, unos 535 kilos por habitante, Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Asistir al espectáculo de lo que se llama una playa de descarga en cualquier planta de clasificación anima a realizar el esfuerzo en casa.
Fuente: Elpais.com