Cuando observamos los esfuerzos en la lucha contra el fraude y la delincuencia digital desde el paradigma causa-efecto, la sensación que se obtiene es que estamos perdiendo la guerra y que el enemigo cada vez se fortalece y mejora sus técnicas para sorprender a la sociedad de formas inesperadas.
Sin embargo, cada vez más los entes de policía judicial comprenden que en un escenario de confrontación donde las capacidades del enemigo no se conocen, donde este puede mimetizarse de formas amigables e inciertas, incluso a la vista de los mismos especialistas, se hace necesario superar la vista mecanicista del entendimiento de la delincuencia y el fraude en el contexto digital y migrar hacia un entendimiento más relacional que ofrezca pistas sobre el escenario donde actúan y crean sus propios modelos.
En consecuencia, crear una estrategia de disuasión y control que no responda a un parámetro determinado, sino a una evolución de “sensar y responder”, que habilite una rápida adaptación de los saberes previos de los analistas y especialistas en fraude y crímenes digitales, es una exigencia propia del contexto actual, habida cuenta que la inestabilidad del territorio donde opera ahora la delincuencia, exige mayores niveles de anticipación y acción que balancee el tablero de operaciones entre los participantes: policías y ladrones.
Para ello, la información se convierte en un activo estratégico (Bebber, 2017) para confrontar aquello que se conoce y crear marcos de actuación que anticipen los movimientos de la criminalidad, y así tratar de sorprenderla en su propio territorio, superando el enfrentamiento estéril y desgastador entre buenos y malos.
El reto por tanto consiste en armonizar las posturas inestables de los asaltantes y estafadores digitales, dentro de escenarios prospectivos y disruptivos que se puedan crear con los nuevos adelantos tecnológicos, que permitan ver de forma distinta la evolución de una confrontación que continúa desde la antigüedad, donde el forajido es capaz de pensar distinto y sin restricciones para llevar a cabo sus acciones criminales, y el analista o agente del orden, sólo puede actuar dentro de los cánones de que le dicta el ordenamiento jurídico establecido.
Así las cosas, entender este enfrentamiento irregular, inestable, asincrónico, ofensivo y asimétrico donde los medios se convierten en los fines, demanda demarcar un nuevo terreno de análisis y acción, donde los observadores y agentes (analistas y delincuentes) son capaces de reinterpretar sus propias actuaciones de forma independiente, con el fin de mantener un mínimo de paranoia bien administrada como soporte fundamental de la confianza imperfecta que cada empleado y ciudadano asume, al ser partícipe de una realidad volátil, incierta, compleja y ambigua.
Fuente: ACFCS