Puede parecer extraño que las empresas fabricantes de alimentos sigan dependiendo de procedimientos internos, en gran parte en papel, en sus plantas de producción. A menudo, la razón por la que se mantiene la solución actual es el intento de evitar alterar el statu quo. “Así es cómo hemos trabajado siempre” es una frase que se oye con frecuencia. Sin embargo, las prácticas corporativas, al igual que el software más reciente, tienen que evolucionar constantemente para conseguir que sigan siendo apropiadas y para mantenerse al corriente de las necesidades actuales de la fabricación.
El surgimiento del mundo digital ha cambiado la forma en que la gente consume información a nivel mundial, y el mundo de la fabricación tiene que adaptarse al ritmo de esos cambios para satisfacer las demandas de las grandes empresas de supermercados.
Con el crecimiento de la importancia de la información, no es de extrañar que los comercios esperen que los proveedores principales les ofrezcan datos sobre la calidad accesibles con tan solo pulsar un botón. ¿Qué razones tienen los fabricantes para no demostrar claramente que sus registros de calidad son de confianza y han sido validados por personal autorizado, o para no mostrar un calendario completo de las actividades relacionadas con la calidad, así como cualquier excepción o anomalía?
Algo que con frecuencia también supone un obstáculo para la innovación en la fabricación es la percepción de que implantar un sistema electrónico de la calidad supone una gran inversión, tanto en materia de software como de recursos de personal. Sin embargo, esa idea es sencillamente falsa. Supone una clara ventaja frente a los anteriores sistemas en papel. Además de hacer posible mostrar el pleno cumplimiento en caso de una auditoría, los fabricantes pueden demostrar que cualquier oportunidad de manipulación y falsificación de los datos registrados ha sido erradicada. Llegados a ese punto, es posible liberar recursos de gestión de la calidad para centrarse en las tareas que realmente aportan valor a cada servicio.
Las empresas que siguen dependiendo de sistemas desfasados en papel y que requieren de muchos recursos para gestionar la calidad se arriesgan a enfrentarse a su propio escándalo y a las crisis de reputación correspondientes. Incluso en caso de que eviten esa amenaza, se verán separadas de las empresas con éxito que elijan más acertadamente los sistemas para las zonas de producción.
Las empresas podrán centrarse en crear una percepción positiva de sus marcas si aprovechan una solución para la calidad diseñada específicamente para el sector alimentario. Además, podrán mantener la confianza de las grandes superficies, seguros de saber que sus actividades relacionadas con la calidad son sólidas, fácilmente verificables, y no están expuestas a la manipulación o la falsificación de los datos registrados.
Hacer lo que se ha hecho siempre va contra el progreso, ya sea la mejora de la calidad de la seguridad alimentaria en las zonas de producción o el potenciar los buenos resultados de la empresa. Puede que implantar un sistema de calidad se considere una tarea sin un retorno de la inversión cuantificable, pero eso supone un pequeño precio para evitar ser la víctima del próximo escándalo de seguridad alimentaria, una catástrofe capaz de acabar con cualquier empresa, y de la que nadie quiere ser responsable.
Fuente: Interempresas