En un contexto de internacionalización de la división del trabajo, terciarización económica e innovación tecnológica, el mundo del trabajo está en proceso de grandes cambios. La inestabilidad en el empleo y en las condiciones de trabajo como efecto de las actuales estrategias empresariales de gestión de la mano de obra (utilización de contratos temporales de corta duración, distribución irregular del tiempo de trabajo, flexibilidad funcional y geográfica contra la voluntad del trabajador, flexibilidad salarial y competitividad individual), la contratación, los cambios demográficos (envejecimiento, migraciones) ya las transformaciones del medio, los métodos y la organización del trabajo condicionan también cambios en la exposición a factores de riesgo y de problemas de salud en el puesto de trabajo.
Hace más de dos décadas que la Organización Mundial de la Salud alertaba del posible impacto de tales cambios en la salud de la población (OMS, 1990), sobre todo en los países industrializados, especialmente relacionados con las nuevas tecnologías, el uso de nuevas sustancias químicas, la exposición a los factores psicosociales y el proceso de envejecimiento de la población (OMS, 1995). En este sentido es previsible un aumento de los trastornos musculoesqueléticos, enfermedades psicosomáticas y trastornos menores de la salud mental relacionados con el trabajo. Por otro lado, además, en las últimas décadas numerosas investigaciones han puesto de manifiesto la importancia de los factores psicosociales cuyo origen son las estrategias de organización del trabajo laborales como una de las causas relevantes de las enfermedades.
El trabajo es una fuente de bienes necesarios para la vida que proporciona independencia, pero también una fuente esencial de autoestima. De manera que el desempeño de un trabajo proporciona indudables beneficios a las personas con trastorno mental, también con frecuencia las personas con trastornos mentales son más susceptibles De padecer más sufrimiento y discapacidad (OMS, 2006).
Los padecimientos psicológicos de los trabajadores, causados por su trabajo, son moneda cada vez más comunes. El ambiente de trabajo se ha vuelto cada vez más estresante, exigente, cambiante, insalubre y competitivo, lo que ha generado un aumento de las enfermedades mentales derivadas del trabajo. Es decir, que el entorno del trabajo y la organización y gestión del trabajo son factores de riesgo psicosocial que si se gestionan de una forma deficiente tendrán, sin duda, consecuencias negativas para la salud de los trabajadores.
Desde hace varias décadas en los países industrializados se identificó la importancia que tiene el trabajo en la generación de trastornos mentales y psicosomáticos (Gardell, 1971). Y se ha visto la influencia de las consecuencias de la organización del trabajo y el estrés sobre la salud y el bienestar de los trabajadores; y los trastornos mentales son una consecuencia del estrés laboral que más impacto social y económico tienen (Creed, 1993). También se ha señalado que la exposición prolongada al estrés laboral ha sido vinculada a un patrón de consecuencias para la salud que incluyen trastornos musculoesqueléticos, agotamiento en el trabajo, depresión, violencia en el lugar de trabajo y suicidio (OMS, 2006).
Datos europeos constatan que el 9% de los trabajadores han manifestado sentirse afectado de mobbing (Góngora, Lahera y Rivas, 2002), un 20% de europeos sufre el síndrome de burnout y un 28% padece algún tipo de estrés laboral (Pérez Bilbao, 2001), aunque los datos estadísticos suelen diferir.
Fuente:prevencionar.com