A principios de los años 80, provocado por la crisis petrolera de los ’70 y el alza de los precios impulsada por la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), se empezó a hablar fuerte de Eficiencia Energética. Todavía no se hablaba masivamente de Cambio Climático, pero un docente de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (Buenos Aires, Argentina), en sus clases y conferencias sobre ahorro de energía, cuando hablaba del consumo de vapor, ya nos decía que las fugas iban a calentar el mundo, y todos nos reíamos porque era algo imposible que ocurriera pero a la vez, al sonar absurdo resultaba muy contundente que se trataba de un despilfarro, ya que uno podía imaginarse fácilmente, cómo el dinero se esfumaba en el aire con los penachos blancos.
Ya entrado el siglo XXI, con la preocupación mundial sensibilizada por la lenta reacción para revertir las causas de los eventos extremos que se observan, y la todavía abierta discusión (para algunos incrédulos, interesados en continuar siéndolo), sobre la incidencia o no, de las actividades humanas como factor determinante de la elevación de la temperatura en la atmósfera terrestre, se puede volver a aquella primera motivación, prescindiendo de los debates que anualmente se renuevan, con esa mezcla de entusiasmo y escepticismo que se vive en cada COP (éste año se hace la 20ava en Lima, Perú), y afirmar que buscar la eficiencia es útil e importante, se lo mire desde donde se lo mire.
Calentar el mundo no es negocio, ya sea desde una mirada ambientalista o no, simplemente se trata de un derroche de recursos inaceptable.
La certificación de ISO 50001 es quizás la más evidente de las normas, que tiene un retorno económico tan inmediato, que no necesita demasiados argumentos para justificar su implementación.
En general la implantación de procedimientos y sistemas de gestión, en cualquiera de sus modalidades, tiene un efecto ordenador en las organizaciones tal que, en la actualidad resulta fácilmente cuantificable y por tanto, redunda en beneficios económicos que casi nadie discute.
Los costos de implementar y certificar una norma ISO, son una inversión.
Para el caso de Eficiencia Energética, la cuenta es tan sencilla que nos preguntamos por qué no se popularizó antes. Disminuir el consumo de energía, eliminando derroches y despilfarros, aprovechando mejor los recursos, reutilizando y exprimiendo al máximo las capacidades de las fuentes que usamos, se puede medir mes a mes, por no decir día a día, y como todos sabemos, lo que mejor se puede medir, más se puede mejorar.
La Eficiencia Energética trascenderá incluso la discusión sobre el Cambio Climático, aún en el hipotético caso que logre controlarse, y que las fuentes sean renovables, y que dejemos de usar fósiles, el costo de la energía seguirá aumentando. No podemos vivir sin energía y cuanto más dependamos de ella, más tendremos que pagar.
Y por si los argumentos económicos no fueran de peso, y la humanidad se humanizara un poco más, el principal legado hacia las generaciones futuras, necesariamente será el de conservar la naturaleza y sus recursos, lo más intacto que pudiera lograrse, implementando hábitos y costumbres de eficiencia en todos los aspectos de nuestra vida, guiados por aquel antiguo proverbio de los pueblos originarios de América, “Nosotros no heredamos la tierra de nuestros ancestros, sólo la tomamos prestada de nuestros hijos”.
Pablo López
Director Intedya Of. Zárate (Argentina)