El consumo de este tipo de productos se ha multiplicado por cuatro y la producción solo por dos, lo que ha favorecido las importaciones de Estados terceros
LA agricultura ecológica es una parte pequeña del sector agrario, pero importante por sus tendencias de consumo y producción, así como por su alta permeabilidad en la sociedad. Ha sido beneficiaria de muchos apoyos por parte de las diferentes administraciones públicas, tanto europeas como nacionales y regionales, además de las frecuentes campañas de promoción que la han proporcionado un importante respaldo.
Los resultados son palpables y su consumo crece día a día. Según datos de la propia Comisión, el consumo de productos biológicos se ha multiplicado por cuatro y la producción solo por dos, lo que ha favorecido las importaciones de Estados terceros. Para conseguir equilibrar la oferta con la demanda, se le han aplicado numerosas exenciones en toda Europa y, en particular, en países terceros.
La Comisión por fin se ha dado cuenta de que no se puede apoyar un modelo productivo a base de flexibilizar las normas, lo que desvirtúa el producto y hace desconfiar al consumidor. Ahora se ha propuesto revisar toda la reglamentación que lo regula, cuya última actualización se realizó en 2007.
Si esta propuesta sigue adelante con el actual enfoque, estos datos cambiarán, ya que ahora se permiten las explotaciones mixtas, es decir, aquellas en las que el agricultor o ganadero compatibilizan producción convencional con ecológica. Uno de los objetivos de la Comisión es suprimir este sistema y aceptar como ecológicas solo aquellas dedicadas en su totalidad a este modelo de producción.
Otro aspecto importante de esta propuesta es suprimir los elevados porcentajes de tolerancia en los que el sector ecológico se ha dado un amplio margen. Por ejemplo, la alimentación animal. En la actualidad se acepta hasta un 5% de alimentación convencional, lo que contrasta, por ejemplo, con la extrema rigidez en transgénicos, cuya tolerancia es el 0%, imposible de garantizar, al menos en la naturaleza.
La aplicación de fitosanitarios también quiere ser regulada con mayor rigor. La realidad, aunque la mayoría de los consumidores no lo sepan, es que en agricultura ecológica también se permite la aplicación de pesticidas, pocos, pero algunos. El problema es que en la agricultura convencional existen los llamados Límites Máximos de Residuos (LMRs) para las diferentes sustancias, que no deben superarse en el producto acabado, mientras que la agricultura biológica no está sometida a este control. Ahora se propone que existan también estos límites, como es natural, mucho más bajos que en la agricultura convencional. Este nuevo modelo va a permitir que el producto ecológico también pueda ser retirado del circuito si supera estos máximos, algo que sin duda será muy bien aceptado por los consumidores.
En todo esto, las organizaciones europeas de productores y las de agricultura ecológica se oponen. Sin duda, una nueva regulación de estas características va a complicar la vida a parte del sector productor, pero responde a lo que el consumidor espera de este tipo alimentos. Se evitarán situaciones no deseadas por un consumidor ecológico, pero autorizadas, como la tolerancia del 5%, no solo para pienso sino para productos envasados; o la superación de determinados niveles de productos químicos de síntesis en los alimentos, como consecuencia de la falta de control.
La estrategia de la Comisión tiene sentido. Se trata de homogeneizar las normas, adaptarlas a lo que el propio sector ha trasladado al consumidor y reforzarlo con un plan estratégico hasta 2020 que facilite su adaptación. Todo ello, aplicando un sistema de control a las importaciones extranjeras homologado con el nuevo modelo europeo, para evitar los agravios comparativos entre unos y otros productores.
Fuente: hoy.es