El uso de pesticidas es hoy en día una práctica generalizada en la agricultura convencional, de tal forma que un alto porcentaje de los productos alimentarios que llegan a nuestras mesas tienen residuos de estas sustancias.
Muchos de estos pesticidas son o pueden ser disruptores endocrinos, es decir, que pueden alterar el normal funcionamiento del sistema hormonal y afectar a la salud de las personas. La exposición humana a estas sustancias es generalizada. Las cifras reflejan la magnitud del problema: cada año se esparcen 400.000 toneladas de pesticidas en los 28 países de la UE. España es, según los últimos datos de Eurostat, el país donde más se usan los pesticidas, con 78.000 toneladas al año.
Estos y otros datos ilustran el exhaustivo informe que acaba de publicar la Fundación Vivo Sano dentro de su campaña Hogar sin tóxicos bajo el título Alimentos con residuos de pesticidas alteradores hormonales. Una grave amenaza para la salud consentida por las autoridades. El documento es uno de los más completos elaborados hasta la fecha sobre este asunto. A lo largo de sus 259 páginas, resume lo que dicen innumerables informes científicos sobre cómo la población general está expuesta a estas sustancias a través de la alimentación, los efectos que pueden darse sobre la salud, o los graves fallos existentes en los sistemas oficiales de evaluación del riesgo, para finalmente proponer medidas que protejan de forma efectiva a la población.
El informe incide especialmente en la ausencia de garantías que ofrece el actual sistema de seguridad alimentaria en relación a estas sustancias. La normativa establece unos límites máximos de residuo (LMR) y una ingesta diaria aceptable (IDA) que se basan en criterios oficiales obsoletos. Como afirma el autor del informe, Carlos de Prada, responsable de la campaña Hogar sin tóxicos de la Fundación Vivo Sano, “los sistemas oficiales de evaluación del riesgo no solo no consideran el efecto cóctel que se produce en nuestro organismo al exponernos simultáneamente a varias de estas sustancias, sino que se basan en algunos criterios arbitrarios e incluso utilizan informes secretos de los propios fabricantes de estas sustancias. A eso hay que añadir la existencia de conflictos de interés en algunos organismos encargados de la evaluación del riesgo. En definitiva, no se tiene en cuenta debidamente el grado de conocimiento científico actual sobre las sustancias disruptoras endocrinas, de modo que podemos estar exponiéndonos a unos niveles perfectamente legales de pesticidas presentes en nuestros alimentos, confiando en unas normas que pueden no darnos una seguridad real”.
Fuente: ConsumidoresOrgánicos