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Noticias  /  Ningún coche cumple con las normativas anticontaminación de la Unión Europea

Ningún coche cumple con las normativas anticontaminación de la Unión Europea

No hay ni un solo coche en el mercado europeo del automóvil que cumpla con las normativas vigentes en cuanto a emisiones y consumos de carburante

29/08/2018

No hay ni un solo coche en el mercado europeo del automóvil que cumpla con las normativas vigentes en cuanto a emisiones y consumos de carburante. Ni los diésel, ni los de gasolina, ni tampoco los híbridos enchufables… ni siquiera los vehículos eléctricos cumplen con las normativas. Pero no es culpa de los fabricantes de automóviles, sino de unas normas que son realmente absurdas.

Un coche circula por carreteras abiertas al tráfico, por calles con semáforos y con pasos de cebra, que hay que respetar. Pero las pruebas de homologación, que son los únicos valores que están reglamentados en Europa, se obtienen dentro de un laboratorio, en un banco de rodillos, sin aceleraciones ni frenadas imprevistas, sin viento, sin cuestas y con unas condiciones óptimas. Eso nada tiene que ver con un usuario normal circulando con su coche por las calles de su ciudad.

La Unión Europea (UE) lleva años vendiendo a todo el mundo que su reglamentación es la más estricta del mundo en cuanto a emisiones contaminantes, pero eso no es cierto. Si se cumplieran las normas quizá, pero un coche moderno, un Euro 6, en realidad solo cumple en uso real la normativa Euro 3 del año 2000, o en el mejor de los casos la Euro 4 de 2005. Un coche matriculado en 2018 solo cumpliría en una utilización real la normativa de un coche matriculado en 2005, un Euro 4, e incluso la superaría en algunos casos.

Imaginen que hablamos de cuánto se tarda en recorrer 40 kilómetros andando, o corriendo el que pueda. Vamos, un maratón. Se puede decir que el atleta más rápido en el maratón de Nueva York lo ha recorrido en 2 horas y 5 minutos, pero eso no tiene nada ver con lo que a una persona normal, no muy deportista, le puede llevar hacer ese recorrido. Pues imaginen que en lugar de correr por las calles de Nueva York, por ejemplo, un atleta de élite recorre esos 40 km en una cinta, instalada en un gimnasio con las condiciones idóneas de ventilación, sin cuestas ni viento, con posibilidad de agua y demás. Quizá tarde una hora y 55 minutos.

Si nos dieran el dato de que recorrer 40 kilómetros nos puede llevar 1 hora y 55 minutos, no podríamos decir que es falso, porque una persona en esas circunstancias ideales lo ha hecho. Un coche en las condiciones de homologación, en un laboratorio, puede consumir 3,4 litros cada 100 kilómetros, pero en las calles y con un conductor normal puede subir su consumo hasta cinco o seis litros. Lo que es absurdo es que las únicas pruebas que se hagan a un coche sean en la situación ideal y no en condiciones reales. Eso es lo que se lleva haciendo en la UE desde hace muchos años.

La semana pasada les hablaba sobre por qué los gobiernos nos quieren convencer de comprar coches de gasolina, que son peores que los diésel. Y muchos lectores han comentado que en realidad los coches diésel no cumplen esas normas. Y por supuesto que es cierto, pero los de gasolina tampoco las cumplen, ni siquiera los eléctricos o los híbridos enchufables. En Noruega, donde el 100% de la energía es renovable, sí se puede decir que un eléctrico es cero emisiones en su utilización, que no en su fabricación. Pero en España, con un 11% de la energía eléctrica producida quemando carbón eso tampoco es cierto. ¿Nos engañan los fabricantes de coches? Yo creo que no, en realidad nos engañan nuestros mandatarios, que han hecho unas normas ridículas.

Es curioso que hasta ahora los coches de gasolina parecía que no emitían partículas no quemadas, las que provocan en parte la boina de las ciudades. Si preguntamos a cualquier persona que sepa un poco de coches por la calle, nos dirá que eso es solo de los diésel. Pero los últimos coches de gasolina incluyen un filtro de partículas para evitar esas peligrosas emisiones. Y les aseguro que los fabricantes no tiran el dinero si no es realmente necesario.

Todo lo relacionado con la contaminación de los coches en el fondo es una gran mentira, entre otras cosas porque la Unión Europea, que es la que fija las normativas, no tiene ninguna manera de comprobar si un coche emite más o menos de lo establecido legalmente. Las plantas instaladas en la UE fabrican uno de cada cuatro vehículos producidos en todo el mundo, y solo China supera la producción europea. Pero la UE no tiene ningún departamento concreto que se ocupe del sector del automóvil, de las emisiones contaminantes, de las homologaciones o de las normas de seguridad. Lo único que hace es poner unas normas, que básicamente son reducir cada dos o tres años los valores de la lista anterior de los diferentes tipos de contaminantes, denominarlo Euro 5 o Euro 6… y decir a los diferentes países que lo hagan cumplir.

La UE se enteró de que algunos vehículos del Grupo Volkswagen hacían trampa porque se lo contó la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos. Y luego, por numerosos informes, cada uno hecho por una marca o por un gran grupo industrial o por algún país, que advertían de que los coches de las otras marcas o de los otros países tampoco cumplían con las normas.

La última imposición europea es que la media de emisiones de los coches vendidos por los fabricantes debe situarse en 95 g/km en el año 2020, y los que no cumplan tendrán que pagar fuertes multas. Los analistas ya plantean que los fabricantes van a tener que pagar 16.000 millones de euros, en el mejor de los casos. Y eso siempre que se pongan rápidamente nuevas infraestructuras de coche eléctrico para poder rebajar drásticamente las emisiones actuales. De lo contrario, serán 20.000 o incluso 25.000 millones de euros.

No es un mal botín para alguien que junta un día a cuatro expertos, rebaja unas cuantas cifras cada dos o tres años (Euro 2, Euro3… Euro 6), lo publica en un boletín en Bruselas y a cobrar más dietas, a crear más comisiones y más departamentos, o a poner en marcha nuevos proyectos de AVE. Lo peor es que las multas de todos esos miles de millones de euros al final las pagaremos a escote los ciudadanos europeos, que somos los que siempre pagamos todas las fiestas.

 

Fuente: elconfidencial.com

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