Se han deforestado grandes extensiones del planeta para extraer recursos maderables y aumentar la superficie de zonas destinadas a la agricultura y ganadería para producir alimentos. Este patrón no ha resuelto los problemas de alimentación en el mundo y sí, en buena medida, ha causado la destrucción, deterioro, erosión y fragmentación de hábitats, ocasionando a su vez la pérdida de la biodiversidad, de servicios ecosistémicos y otros problemas ambientales.
En este contexto surge la necesidad de preguntarse si debemos continuar produciendo alimentos de la forma que lo hemos hecho en las últimas décadas o si debemos desarrollar estrategias de producción primaria que garanticen la alimentación de todos y que al mismo tiempo contribuyan a hacer frente a los retos en conservación y restauración ecológica que plantea la actual crisis de biodiversidad.
La representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en México y diversos reportes sobre el tema (por ejemplo en Maíz y biodiversidad. Efectos del maíz transgénico en México de la Comisión para la Cooperación Ambiental) indican que la causa principal detrás de la actual crisis alimentaria en México (y en general en el mundo) no es un problema de producción – que en general es suficiente y en ocasiones excesiva – sino de equidad en el acceso a los alimentos. Consideramos entonces que la resolución de la crisis alimentaria dista mucho de solamente aumentar la productividad siguiendo un modelo de agricultura intensiva en ciertas zonas y de dedicar otras regiones intactas a la conservación de la vegetación primaria y de la biodiversidad en general. Por el contrario, proponemos que es necesario estudiar y desarrollar esquemas de producción agrícola y de conservación que contemplen que coexistan las áreas de uso agrícola y de vegetación primaria. Estos esquemas pueden contribuir a resolver la aparente disyuntiva entre producir alimentos accesibles y de calidad y conservar la biodiversidad. En otras palabras, el reto es producir alimentos de manera sostenible, minimizando los efectos negativos de ciertas prácticas agrícolas actuales en el medio ambiente.
Hace cerca de cuatro décadas surgió el concepto de agroecología, una disciplina que estudia los procesos ecológicos que operan en los llamados agroecosistemas, y aplica la teoría ecológica para el diseño, manejo, y producción en los sistemas agrícolas. Una de las premisas centrales de la agroecología es la de alcanzar la producción sostenible de alimentos aplicando el conocimiento científico multidisciplinario y considerando también el profundo conocimiento ecológico cristalizado en algunos de los modelos de agricultura regional desarrollados y mantenidos por diversos pueblos del mundo.
Esta disciplina propone un esquema de producción agrícola en pequeña escala que permita maximizar la productividad a gran escala, reduciendo el uso de agroquímicos y otros insumos agrícolas (por ejemplo organismos modificados genéticamente y agroquímicos) que ponen en riesgo el medio ambiente afectando la calidad de los suelos, agua y salud humana, así como el mantenimiento de la diversidad genética y cultural en los centros de domesticación y de alta diversidad cultural como México.
El reto de las prácticas agroecológicas es entonces aprovechar los servicios ambientales que provee la biodiversidad de los propios agroecosistemas y el paisaje ecológico en que están inmersos para aumentar al mismo tiempo la productividad y la capacidad de los sistemas agrícolas de amortiguar los efectos negativos de las perturbaciones o cambios ambientales (es decir incrementar su resiliencia), de manera que dependan poco de agregar insumos comerciales.
El desarrollo científico y la evidencia en campo, han consolidado a la agroecología como un nuevo paradigma para garantizar la seguridad alimentaria en el mundo atenuando la pérdida de biodiversidad y sus efectos asociados.
Fuente: consumidoresorgánicos