En la actualidad, gran parte de la sociedad considera que la desigualdad hombre-mujer existente en mundo laboral, es un problema importante. Por esa razón son cada vez más los países que desarrollan leyes y planes para eliminarla de la sociedad. La última y más contundente acción viene de Islandia, donde su gobierno ya ha aprobado un nuevo marco legal obligatorio para empresas de más de 25 empleados.
Leyendo este tipo de noticias no puedo evitar preguntarme si la sociedad sabe realmente cuáles son y cómo afectan éstas al género femenino.
Todos escuchamos cada día infinidad de cosas sobre la conciliación de la vida laboral, familiar y personal. A pesar de que se implementan políticas y se realizan acciones para equiparar ese desequilibrio, éstas, la mayoría de las veces, no hacen sino favorecer, en muchos aspectos, la precariedad laboral de la mujer. Esas políticas y planes están mal orientados. Y me explico. Gran parte de esas políticas que se implementan para que la mujer pueda conciliar su trabajo con la familia y con la vida personal, pasan sí o sí, por el hecho de que la mujer deberá, o bien reducir su jornada laboral o bien renunciar a ella en algún momento de su vida. Es decir, ella deberá renunciar a tener un trabajo remunerado a pesar de que las obligaciones familiares son de ambos progenitores.
Como consecuencia de esto, el 72% de los trabajos a tiempo parcial están ocupados por mujeres (Dato obtenido del informe de marzo de 2017 publicado por Eurostat). El desigual reparto de las responsabilidades domésticas y familiares lleva a que la mujer acepte la jornada reducida y por ende, que cotice menos provocando que tenga una peor protección social, por ejemplo ante el desempleo, que un hombre
Esto nos lleva además, de manera directa, a la segregación ocupacional. A pesar de que la mujer tiene un alto nivel formativo y que el 62% de los graduados son mujeres, ellas ocupan, por lo general, puestos de trabajo de baja categoría y con poca posibilidad de promocionar. Por dar un dato, en España sólo el 31% de puestos directivos están ocupados por mujeres.
Las jornadas reducidas además, dificultan que las mujeres puedan acceder a los planes de formación de las organizaciones para las que trabajan porque es muy habitual que las formaciones se impartan en horarios incompatibles con la jornada a tiempo parcial. Pero más aun, por la misma razón tampoco reciclan, por lo que quedan privadas de cualquier tipo de promoción y mejora profesional. Y no solo eso, al no reciclarse, la organización puede llegar incluso a despedirlas por no estar actualizadas en lo referente a sus desempeños laborales
Además de todo lo dicho, hay más. La brecha salarial es uno de ellos. Eurostat en su informe sitúa la brecha salarial global en 16,3%, es decir, que un hombre con el mismo puesto de trabajo, misma formación y mismas capacidades gana un 16,3% más que una mujer. Esa brecha, en España se sitúa en el 14,96%, es decir, que una mujer trabaja 54 días gratis en relación a lo que percibiría su homólogo masculino.
Por último, las mujeres son más vulnerables a sufrir acoso sexual y acoso por razón de sexo. Esto se deriva de los roles que la sociedad moderna otorga a uno y otro sexo.
A pesar de que el artículo 2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”, vemos que en realidad, estamos bastante lejos de cumplirlo.
Hay que tomarse muy en serio la desigualdad y conocer las consecuencias que genera. Solo así podremos aplicar medidas que sean realmente efectivas y nos lleven a conseguir un mundo más justo y equitativo.
Uxue Ajuriagoxeascoa Esquíroz
Responsable del Área de Responsabilidad Social del Departamento de Operaciones
INTEDYA Internacional